Un, dos, tres...Acción!
No pocas veces
he escuchado ¡todo es tres!. Y me pregunto ¿por qué tres? ¿por qué no dos?
cuando pienso en relaciones lo primero que me viene a la mente es el número
dos. No es extraño que esto me ocurra, porque yo, al igual que la mayoría, he
sido enseñada a partir de la lógica lineal (causa- efecto A es causa de B).
Pero si conseguimos mirar más allá, existe una alternativa que abre un mundo de
posibilidades y ahí es donde el tres aparece en acción, con la lógica circular
(A está implicado en que B ocurra, así como B está implicado en que A ocurra ), (en la relación entre A y B está implicada la relación de A con C).
El tres parece estar presente en numerosos aspectos del universo. Tres dimensiones, tres colores primarios, tres instancias psíquicas, tres estados de la materia, tres divisiones temporales…e infinidad de ejemplos más.
En el contexto psicoterapéutico, el tres también tiene una
relevancia clara. En la relación con el otro, un tercer elemento está presente,
ya sea un objeto, una idea, una situación u otra persona.
Las relaciones entre dos, fluctúan en ciclos de proximidad y
distancia, las díadas son en sí mismas inestables. Esa inestabilidad, con la
subsecuente tensión que genera, hace que ésta se desplace a un tercer elemento. Y aquí es donde aparece el triángulo. La
triangulación es un modo predecible en que las personas se relacionan unas con
otras cuando aumentan los niveles de tensión. En un principio, es un mecanismo
adaptativo que opera para contener esa tensión en la díada y hacer que ésta
siga funcionando, por así decirlo, el tercero es esa pata de la mesa que ayuda a mantener el equilibrio.
Los triángulos no son en si mismos disfuncionales, si se dan
de forma momentánea, sutil y logran desactivarse, pero en el momento en el que
se establecen como pauta relacional, volviéndose rígidos y reiterativos, pueden
ser muy peligrosos.
En un triangulo estabilizado, cada participante tiene un
bajo nivel de diferenciación de sí mismo y no logra establecer relaciones de
uno a uno. Aquí se actúa, no en base a la propia posición personal, sino en
función de los otros dos. Cada persona interviene en la relación entre las otras
dos.
El triángulo difiere de la tríada, en donde cada persona actúa frente a la otra
sin limitarse por lo que el tercero haga o diga frente a ello. Cada elemento es
una unidad emocional autónoma, flexible. Se es libre de tomar posiciones
personales, sin la necesidad de cambiar a los otros dos.
Los triángulos están muy relacionados con el proceso de
individuación personal y con la consiguiente adquisición de libertad como seres
autónomos. No es fácil deshacer un triángulo, ni darse cuenta de que uno puede
estar involucrado en él. Probablemente
su percepción sea más fácil para un observador externo, que para las personas
implicadas en él. Puede que necesitemos incorporar una visión más triádica y
circular, que nos haga más conscientes de la existencia de triángulos en
nuestro mundo.
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