Regresar para Progresar

No son pocas las personas que tienen grandes dificultades en realizar un adecuado proceso de autonomía adulta y de establecer posteriores relaciones maduras y sanas. En esto consiste el arduo proceso de la individualización y la diferenciación con nuestra familia de origen.

¿Cómo se diferencia uno de su sistema familiar? Allí nos hemos creado como seres con personalidad única y han crecido las raíces que nos darán soporte psíquico el resto de nuestra vida.
Y más pertinente aún sería preguntarnos ¿se llega alguien a diferenciar del todo? no es fácil contestar a ésto,  pero si que existen niveles de diferenciación que nos hacen más o menos capaces de desvincularnos y convertirnos en seres "relativamente autónomos," junto a otros que se extienden a otras generaciones y no terminan ni si quiera en una vida. Así que algunos lo tendrán chupado, mientras que otros tendrán que llegar a penetrar en el mundo de la locura para intentarlo, y entre unos y otros, se encuentra la mayor parte de los seres humanos, "neurotiquillos" que luchan cada día con sus demonios internos e intentan descubrir quienes quieren ser en la vida.
Diferenciarse supone un gran esfuerzo de aceptación, de perdón, de desidealización de los padres, de trabajo con la rabia.

Pero si hay algo claro, según Canevaro es que ¡La libertad no la regalan ni los padres más afectuosos del mundo! El nido vacío (momento en que los hijos dejan el hogar para emprender su propio camino) es uno de los momentos más traumáticos del ciclo vital. La sociedad actual hace muy visible todo lo que los padres hacen para sostener a sus hijos, sin embargo, no prescribe lo que los hijos invierten de sí mismos en sostener a sus padres, dejando por tanto, de invertir en sus propias vidas. Los hijos ejercen una función de soporte silenciosa, que dificulta su posterior diferenciación.

Alfredo Canevaro, gran terapeuta familiar, al que tuve la oportunidad de ver hace unos días, habló de cómo ayuda a personas en sus procesos de individuación a través de sus familias de origen. Para él, es necesario volver a la familia de origen para partir mejor. Una sana separación sólo se consigue si ha habido antes unión.
Para explicarlo compara este proceso humano con el vuelo de los cormoranes, unas aves marítimas que antes de emprender su vuelo definitivo realizan una regresión a fases anteriores de su desarrollo. En su evolución como seres independientes pasan por cinco saltos o etapas, en las cuales al inicio de cada salto, retroceden a formas más infantiles de actuar, para así después progresar y dar el último salto hacia su vida autónoma.
Así mismo, destaca otra gran similitud de este proceso psíquico con la capacidad plástica del organismo de reaccionar a la enfermedad, haciendo retroceder los tejidos a fases menos diferenciadas de desarrollo, que posibilitan su capacidad regenerativa. Y este "recrear de nuevo lo que ha sido destruido", también puede aplicarse a la esfera psíquica, de manera que la personalidad del individuo puede rehacerse.

El regreso a la familia de origen lo simboliza con la metáfora de la mochila. Como padre/madre qué tres cosas dejarías a tu hijo/a para que se lleve consigo en la mochila para emprender su propio camino, tres cosas de las que estés orgullosa/o y que quieres que conserve de ti y le puedan ser útiles. Y como hijo/a, qué tres cosas de ti dejarías a cada uno de tus padres para que les ayuden cuando tu te vayas.

Como hija dejaría un mensaje muy valioso a los padres:

Un hijo es una imprevisión pura. Uno no sabe en qué se convertirá, qué es lo que traerá de nuevo, y precisamente por eso, hay que aceptarlo. De otro modo uno viviría sólo a medias, viviría como quien no sabe nadar y chapotea junto a la orilla, a pesar de que el verdadero mar está allí donde hay profundidad (La despedida, Kundera).

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